No temas a la oscuridad

Hay cosas a las que temer y otras a las que no. Dentro de las primeras se encuentran la violencia, la crisis económica y la descomunal y, hasta que alguien demuestre lo contrario, infinita estupidez del ser humano.

Por otra parte, dentro de las cosas a las que no tenemos que temer, se encuentra la magia negra y todos sus nombres y variantes. Puede resultar paradójico que se afirme, y de manera así de categórica, en una página de esta naturaleza que no debe temerse a una variedad de magia que, sin embargo, se practica y se cobra, de una u otra forma, sus víctimas. Pero todo tiene una razón de ser:

¿Por qué un “yuyu” hace que una mujer, digamos, nigeriana, se prostituya casi gratis sin protestar mientras que a una europea lo más que puede provocarle es asco o risa? Sin embargo, la misma mujer que mira aterrorizada al objeto será indiferente a la maldición o al aojo que preocupan a la europea.

Una vez nos respondamos a la pregunta del párrafo anterior, nos habremos respondido a por qué no debemos temer a la magia negra. Y una de las respuestas es que el mal de ojo, la magia negra, el vudú, la magia valaca, el yuyu o cualquier otro intento de hacer daño mediante la magia sólo afectan a quien cree que puede hacerle daño.

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