Una definición de oráculo más o menos afortunada es la que nos ofrece la Real Academia Española de la Lengua "Respuesta que da un dios por sí o por sus ministros". Estos ministros (sacerdotes, pitias, pitonisas, sibilas...) entraban en contacto con la divinidad, mediante diferentes rituales, para contestar a las dudas e inquietudes a las que los fieles no hallaban respuesta en un plano más terrenal.
Entre los más destacados, por su renombre, se halla el Oráculo de Delfos[, en las faldas del monte Olimpo de Grecia: la pitia o pitonisa del templo de Apolo entraba en un violento éxtasis místico y respondía a las cuestiones de quienes acudían a ella. Otros oráculos famosos del mundo griego fueron los de Dádimo, en la costa de Asia Menor; el de Dódona, en la ciudad griega de Epira; el de Olimpia, en el lugar del mismo nombre; y el de Delos situada en una isla del mar Egeo.
Pero no es ésta una institución privativa del mundo heleno: existieron más oráculos en el mundo, algunos de ellos famosos por sus predicciones y por la enorme cantidad de personas que acudían en busca de respuestas. Tal es el caso de los oráculos egipcios de Heliópolis y Abidos, donde las preguntas se llevaban escritas y se recibía la respuesta de idéntica manera; o el oráculo, también en Egipto, de Amón-Ra, en un oasis del desierto de Siwa, al que el mismo Alejandro Magno llegó a peregrinar. Otro importante fue el hebreo, al que el propio general romano consultó antes de lanzar un ataque definitivo sobre Jerusalén. El viaje a través de los oráculos del mundo no lleva ahora a Fenicia, donde se consultaba a los dioses Baalzebub (Belcebú) y Baalim; a Babilonia, Caldea y Yoruba, donde los dioses se ponían en contacto con los humanos, bien directamente, bien a través de sus intermediarios.
Dejamos para el final los oráculos romanos puesto que vamos a hablar de una anécdota que muy bien podría figurar escrita en el libro de cabecera de cualquier embaucador: cuando el soldado partía al combate, entregaba unas monedas y preguntaba sobre su destino. La respuesta era invariable: "IBIS... REDIBIS... NON... PERIBIS... IN... BELLO" ("IRÁS... VOLVERÁS... NO... MORIRÁS... EN... LA GUERRA"), sin ningún tipo de entonación, de modo que podía estar diciendo "Irás, volverás, no morirás en la guerra" o "Irás, ¿volverás? ¡No! Morirás en la guerra", de forma que, aunque el interesado sólo podía intentar reclamar en el primero de los casos, el Oráculo era infalible.
Los oráculos pueden parecer a ojos del hombre del Siglo XXI una especie de cuento, pero no olvidemos que protagonizando un programa de enorme audiencia, y arrastrando masas, encontramos, en la culta, ilustrada y moderna España, a una señora que dice ver a los espíritus y hablar con ellos. Esto sería una mera anécdota si no fuera porque nadie es capaz de firmar con absoluta y empírica seguridad que es un engaño...